viernes, 8 de febrero de 2008

Kucky y el Intruso

Desperté de una de mis largas siestas con un sonido extraño, digo, mas bien conocido que me acordaba los tiempos de mis crías, tiempos muy demandantes para mi.
El sonido intermitente parecía el maullido de un gato chico pero yo no podía imaginar que mis dueños, después de tantos años se interesaran por algo así: por lo mismo creí que me habían operado.
Llego al living por la escalera y desde el alto veo que mis sospechas eran verdaderas: veo mis dueñas regaloneando a un gato blanco con gris, flaco y chillón, de aproximadamente unos 2 meses…
Solo con sentir su olor a calle me revolvió el estómago…Veía todos con una larga sonrisa y aquél gato intruso disfrutando del convivo familiar como si nada.
Mis dueñas llamaron para acercarme y les demostré toda mi indignación mostrando totalmente mis colmillos y maullando en desaprobación.
Mis ganas eran de tirarme al yugular de aquella bestia chica hedionda.
¿Cómo podían ellos que demostraban quererme tanto hacerme eso?
Al ver que ellas no se importaban con mis sentimientos, me fui afuera para ni siquiera oír al intruso.
Los días fueron pasando y la bestia peluda se había instalado en la lavandería dejando su olor insoportable por todos lados.
Decidí enojarme de verdad para que mis dueñas y mi dueño se dieran cuenta de que yo no estaba bromeando.
El gatito andaba para todos lados, comía todo el día – le compraron comida especial – pero tenia un grande problema: no hacía sus necesidades fuera. Eso irritaba sobremanera mi dueño a quien tuve como aliado en mi proceso de exclusión.
A pesar de que todos le tenían lástima por ser tan chico, estar botado y flaco, sin mi aprobación y bajo la mirada interesada del pastor alemán, mis dueñas seguían chifladas por el gatito sin pescarme cuando yo demostraba mi rechazo.
Cansada de esta burla hacia mi persona decidí irme: ellas habían echo su elección.
Partí en la mañana temprano para la casa de una vecina y por más que me llamaron y buscaron, no aparecí.
Mi dueño les dijo que yo me había ido porque estaba celosa.
Mis dueñas dijeron que yo tenía que acostumbrarme pero cuando al gato chico le dio diarrea las cosas cambiaron…
Mi dueño dijo que consiguieran otro dueño para él porque eran muchos días y todavía no aprendía a enterrar sus deposiciones y no se podía quedar. Además las amenazó con que yo no volvería más.
Ellas no me vieron pero yo las vi salir con el chico en brazo hacia la plaza muy apenadas y dejarlo en el suelo. También vi cuando una adolescente lo tomó y se lo llevó para tranquilidad de mis dueñas y mía – yo no le deseaba mal, solo quería mi familia de vuelta.
Cuando volvieron siguieron llamándome pero me hice de rogar…
Mas tarde aparecí para comer y me tomaran en brazo mostrándome toda la casa para que viera que el gatito no estaba.
Pero yo estaba dolida y mauié enojada por el olor que todavía estaba – aunque ellas no lo percibían.
Cuando mi dueña grande me tomó afuera con una polera nueva, limpia, sin el olor del gatito asqueroso, recién me tranquilicé porque ella me comprendió.
Total, ¡yo soy la dueña de esta familia!

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