jueves, 17 de enero de 2008

KUCKY EN NAVIDAD

Estaba yo muy tranquila disfrutando de la décima tercera hora de sueño en aquél día caluroso de diciembre cuando percibí un movimiento inusual. Mis dueñas subieron en una banca y se dispusieron a sacar unas cajas llenas de polvo de arriba del ropero.
Me acuerdo muy bien que cuando nos cambiamos de casa esas cajas no fueron abiertas y en la casa antigua las guardaban en el entretecho.
Llevaron todas para el living y yo no bajé con ellas: quedé a mirar desde lo alto de la escalera.
Me entretuve ordenando mi pelo además de hacer un chequeo en mi aseo personal.
De pronto vi que sacaban unas ramas verdes de dentro de una caja larga y hábilmente las iban desenredando haciéndolas tomar la forma de ramas. Lo que me molestaba era verlas entretenidas en algo sin siquiera mirarme y mayor fue mi sorpresa cuando las ramas se transformaron en un árbol en medio de mi living.
Decidí bajar para inspeccionar cuando de pronto abrieron una de las cajas secretas y vi algo maravilloso: muchas pelotitas de distintos colores… ¡Qué lindo!
Al sacarlas una se cayó y corrí detrás de ella como cabra chica jugando hasta decir basta. Era muy entretenido pegarle con mi pata delantera y enredarme entre las patas de las sillas intentando alcanzarla…
Cuando yo era chica jugaba harto con cualquier cosa que se pudiera mover, desde cordelitos, pelotas hasta plantas, para desesperación de mi dueña grande.
Jugar con aquella pelota me trajo hartos recuerdos de mi madre, mis hermanos juguetones y peleadores que yo sentí una energía tremenda como si hubiera vuelto a la juventud.
Corría por el living y por el comedor haciendo quite a los muebles siempre sin perder de vista a la pelota. Cuando la atrapaba con mis garras después la soltaba y pateaba para que siguiera saltando por todos lados.
Jugué harto rato y me cansé. Decidí utilizar las últimas energías para subir las escaleras e instalarme a dormir en mi peldaño favorito mientras mis dueñas seguían sacando cosas lindas que estaban guardadas.
No sé por cuanto tiempo dormí pero cuando desperté ya era noche y mis ojos agradecieron la poca luz acomodando rápidamente la mirada.
Realmente había dormido mucho y procedí a estirar mis músculos para ayudar a despertar mis huesitos. Había un olor a cosas ricas en el aire y mis dueñas bajaron junto a mí vestidas con ropa nueva y muy contentas. Me dijeron algo que no entendí y las seguí para intentar descubrir qué cosa rica se cocinaba en el horno pero cuando pasé por el living no pude dejar de parar y dedicar unos minutos a mirar algo sorprendente. El árbol estaba iluminado y todo decorado con aquellas hermosas pelotitas que vi… Yo estaba perpleja.
Busqué mi pelotita juguetona pero no la encontré…
Les cuento también que debajo del árbol estaban algunos paquetes envueltos con papeles y cintas de colores que vi, hace algún tiempo, cuando los escondían en los roperos no sé para qué.
Mis dueñas chicas me tomaron en brazo y me cercaran al árbol conscientes de que yo estaba impactada y una de ellas me preguntó si me había gustado el árbol de Navidad al que respondí con un miau emocionado. De echo siempre les respondo lo que me preguntan pero pocas veces me comprenden…
También vi la mesa del comedor toda decorada y llena de cosas ricas que me acordaron el hambre del atardecer que todavía no estaba saciado…
Maullé pidiendo algo rico pero no me entendieron bien y me llevaron hacia fuera - donde mi pocillo –
para comer lo mismo de siempre – peor es nada, pensé.
Mi dueño también estaba elegante y todos se dispusieron a cenar no sin antes rezar leyendo un libro grueso llamado Biblia.
Terminé mi comida y los fui acompañar para ver si me tocaba algo…Mi dueña chica siempre me da un pedacito de carne…
Estaban todos contentos, conversadores y comilones…
Subí a mi peldaño y la vista era muy hermosa con el árbol de Navidad pestañeando sus lucesitas y las velas que estaban prendidas sobre la mesa dando un aire casi mágico al ambiente.
Terminada la cena empezaron a entregar los paquetes unos a los otros abrazándose enseguida. Cada uno abría el suyo con cara sorprendida. Yo mientras tanto pensaba en la alegría que aquella pelotita me había dado en este día especial y en lo mucho que había jugado cuando de repente mi dueña grande me muestra un paquetito decorado con un gran lazo rojo diciendo que un tal viejito pascuero me lo había dejado. Enseguida sacó la cinta y brindo la cajita pude ver adentro la misma pelotita que me había alegrado la tarde.
La tiró al suelo y dijo: ¡Feliz Navidad Kucky!
¡Y yo partí corriendo a jugar!
¡Qué día tan especial!

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